Por los mismos pasillos en los que décadas atrás se desplazaban algunos de los más heroicos líderes estudiantiles que ha conocido el país, en las cafeterías donde antaño se reunían a pensar un mejor futuro, en las aulas donde hace 40 años se debatían ideas para transformar la sociedad; en esos mismos lugares hoy se confunden los estudiantes comprometidos con el país y los integrantes de la fuerza policial que ahora se camuflan como miembros de la comunidad académica.
Esto no es nada nuevo, hace parte de todo un entramado proceso que se viene gestando frente a nuestras narices y que cada vez aumenta más su nivel de alcance: las mallas que separaron la universidad de su entorno cercano, la carnetización de la comunidad universitaria, las cámaras (ocultas o no) y más recientemente la prohibición del ingreso a personas externas y la implementación de la tarjeta con circuito integrado; son sólo algunas de las medidas normatizadoras que supuestamente pretenden proteger a los estudiantes, pero que en últimas resultan siendo medidas represoras en contra de cualquier manifestación de inconformismo, de cualquier voz disidente y de cualquier forma de organización.
Lo más grave de todo este asunto es que, muy al contrario de como estamos acostumbrados a ver en las películas hollywoodenses, los “espías” no son personajes ajenos a su realidad, ni todos pretenden pasar desapercibidos. Se trata de personal de inteligencia altamente calificado, con años de experiencia y con la capacidad de generar confianza y de arrastrar masas con sus falsos ideales de equidad, democracia, pacifismo, en fin, un discurso cambiante según las necesidades de cada ocasión.
Sirva como referencia el enfrentamiento entre algunos sectores estudiantiles al interior de la universidad, enfrentamientos que se evidencian en las asambleas (según el puesto que ocupen en un auditorio –que ridiculez–), en las redes sociales, en las alusiones indirectas en diferentes medios; pero también en los muros. El lugar de expresión por excelencia para los que no tienen voz, fue ocupado por las fuerzas policiales. Es así como se han podido leer ofensivas referencias hacia organizaciones estudiantiles en las paredes, manifestaciones que no son propias de quienes históricamente hacían uso de estos espacios. Se observó además la complacencia de la administración, quienes en otras ocasiones no tardaban en censurar la expresión de los estudiantes al borrar sus pintas, permitieron su permanencia más tiempo del acostumbrado. La situación sin embargo no termina ahí, otros mecanismos de lucha y formas de expresión han sido copados por los organismos represivos: pretenden sabotear las manifestaciones culturales, lúdicas y creativas a las que están recurriendo los estudiantes para llegar al grueso de la sociedad; tapándose el rostro (como si lo necesitaran igual que los capuchos), tirando petos, causando daños, agrediendo a otros sectores y a la misma fuerza policial con el fin de deslegitimar las justas luchas por la educación y de justificar la brutal represión con la que se pretende impedir las protestas sociales.
No se trata de generar paranoia, ni de iniciar una cacería de brujas; se trata de aprender a identificar no sólo personas, sino tendencias, concepciones políticas maquilladas y manipuladoras que tanto daño le están haciendo al movimiento estudiantil. Se trata de impedir las divisiones y de oponernos a la conformación de bandos. En estos momentos, cuando de nuevo comienzan a ocultarse las verdaderas problemáticas de fondo por la que atraviesa el pueblo colombiano y con las vacaciones quieren borrar toda evidencia de dichas problemáticas, cuando se desvía la atención del público hacia temas más banales, en fin, cuando se nos exige prácticamente dejar de lado la lucha por una educación al servicio del pueblo y dar al traste con los pocos logros que se han alcanzado; debemos hacerle frente a las estrategias mediáticas tergiversadoras, esforzándonos por superar estos divisionismos impuestos, fomentando el debate con argumentos, las discusiones políticas y las deliberaciones académicas y rechazando cualquier tipo de manifestación ajena a nuestra realidad –entiéndase proveniente de agentes externos al movimiento estudiantil–
La tarea a seguir es comprender que el objetivo a alcanzar durante este nuevo periodo de lucha del movimiento estudiantil es conseguir un nuevo modelo de educación que supere el actual sistema basado en la mercantilización, el lucro y la reproducción del status quo y lograr que la universidad colombiana cumpla con su deber de generar una alternativa de desarrollo para el país donde quepamos todos. Para que el movimiento estudiantil siga el rumbo de la victoria, se requiere lograr identificar las tendencias sectarias y divisionistas que tanto daño han hecho haciéndole el juego al gobierno, principalmente porque han tenido eco en sectores del estudiantado, que la mayoría de veces bienintencionados, se han dejado confundir por ignorancia y por el discurso ambiguo que manejan en las asambleas. Durante la primer semestre del 2012 lo principal a hacer será consolidar espacios de organización y discusión efectivos y articulados desde los trabajos de base en todo el país para que la MANE, al igual que la sociedad en su conjunto pueda entregarle al pueblo colombiano una ley alternativa de educación superior que habrá que defender en el debate y la movilización.
Cindy - Prensa Universidad Medellín
Prensa Universidad
Desde las aulas hacia Colombia