"Lo verdaderamente importante es que recuperemos la capacidad de indignarnos", dice el profesor Fernando Gil Villa en su libro Profesores Indignados. Manifiesto de desobediencia académica (Maia Ediciones) "un panfleto", como él lo califica, que ultimaba poco antes de que surgieran en la calle las manifestaciones del movimiento 15-M y que demuestra que la indignación por lo que sucede no es exclusiva ni de los estudiantes ni de los jóvenes.
Con mucho sentido del humor, y también mucho sentido común,Gil Villa, profesor de Sociología y Comunicación en la Universidad de Salamanca, explica en 60 páginas los motivos que tiene el profesorado para indignarse. La pérdida de prestigio y de autoridad, unidos a "la hiperinflación normativa y la burocratización excesiva", provocan la falta de ilusión de un colectivo maltratado e infravalorado. Este desánimo se transmite al alumnado, que a su vez permanece pasivo, adormilado por una sociedad consumista y nihilista que no fomenta el espíritu crítico.
Como medida de acción Villa propone "la rebeldía académica", una suerte de rebeldía legítima que devuelva la ilusión a los profesores para desarrollar una tarea básica para la sociedad: la formación de ciudadanos críticos. La rebeldía que propone Villa incluye un abanico de medidas dispares como, por ejemplo, declararse incompetente ante la burocracia (para tratar de esquivarla), no asistir a ninguna reunión que no sea necesaria o evitar leer el correo electrónico a diario.Los motivos de Gil Villa para sentirse indignado son claros, pero ¿qué opinan otros profesores de la universidad española sobre el tema?¿Existen motivos para la indignación entre el profesorado?
Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencias Políticas de laUniversidad Complutense de Madrid, contesta recordando un chiste de Forges: "El tendero que tiene la báscula trucada, cabreado por la corrupción; la secretaria que se roba los bolígrafos, cabreada con la corrupción; el piloto que no le pasa la pensión a su señora, cabreado por la corrupción. ¿Estaban los profesores en la Puerta del Sol? Me temo que estaban sus estudiantes. Tienen tantos motivos para indignarse como motivos para escribir, investigar y explicar las debilidades de nuestra democracia (y nuestra economía, ciencia, vivienda, etc.). Si no hacen lo segundo ¿por qué van a hacer lo primero?".La indignación, un deber moral
Para César Díaz Carrera, profesor de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de laUniversidad Complutense de Madrid, existen motivos para indignación porque "el que no se indigna ante la injusticia envejece. La indignación es un deber moral ante la injusticia, aunque la indignación sin causa, sería inmadurez" y describe algunas de las obligaciones burocráticas que describe Gil Villa en su libro: "Cada vez se carga sobre nuestros hombros más trabajos de tipo administrativo. Tradicionalmente firmábamos el acta y eran los funcionarios quienes pasaban esas actas a los libros, pero esos trabajos los hacemos ahora nosotros. Y yo me pregunto: Si esa gente ya no hace ese trabajo, ¿se les echa? Y si se les echa, ¿por qué no nos dan a nosotros su sueldo? ¿Por qué tenemos que hacer un trabajo para el que no nos han seleccionado?".
Carrera, que está a punto de irse de año sabático, pagado de su bolsillo, a Harvard y Berkeley, pone un ejemplo para ilustrar el abismo entre la universidad española y otras punteras, como la estadounidense: "En España se concede un año sabático para poder formarte por cada 25 de servicio, en EE UU, uno por cada siete. En EE UU las universidades pagan a los profesores para que escriban. ¿Cómo se puede competir?". Y lanza una frase para la reflexión: "Una sociedad en la que los ministros tienen más relumbrón y más sueldo que los maestros es una sociedad que debería hacérselo mirar, porque el maestro se ocupa de lomagis, de lo importante, y el ministro, como su nombre indica, de los mini, de lo poco importante".El abandono que sufre el profesorado es algo que también describe Juan Carlos Monedero. "Está mal pagado, desmotivado, poco aguijoneado y sin ver una gran importancia en su tarea toda vez que ha perdido el monopolio de la transmisión del conocimiento. En la comparación con los colegas europeos, el maltrato por parte del Estado es terrible (hablamos de la Universidad pública, porque la privada es simplemente un negocio con mentalidad de academia veraniega). Eso quita muchas ganas. Los estudiantes sí que motivan, pero eso te hace trabajar más, actualizarte. Al final, todo conspira para el pacto de canallas: yo hago como que estudio, tú haces como que me apruebas".Los alumnos, lo mejor de la universidad
Y qué pasa con los alumnos, ¿son lo suficientemente críticos e inquietos? "Los alumnos son lo mejor que nos pasa en la universidad cada año. Sin duda. Son los que nos han llevado a Sol. Ellos son los que están vivos. Y estar al lado de la vida es vivirla", responde convencido Juan Carlos Monedero, que añade una última nota: "Si la Universidad española no fomenta el pensamiento, tampoco puede hacerlo con el pensamiento crítico".Para César Díaz Carrera, "hay de todo tipo: magníficos, trabajadores, con inquietudes sociales, y también veo mucho pasotismo. Gente a la que le cuesta pensar con rigor, gente que trata de ir pasando con la mínima. Hay gente poco responsable y hay gente que trabaja muy bien". Precisamente Díaz Carrera, experto en enseñar disciplinas de liderazgo, la misión del profesor no está en "traspasar conocimiento" sino en "enfrentar a los alumnos con buena información que les obligue a pensar". "Tenemos que aprender a pensar. Los seres humanos somos seres creativos, transformamos nuestro entorno. La creatividad sirve para sobrevivir, para convivir (la democracia es un invento creativo) y para vivir en plenitud. Debemos potenciar que las personas tengan un proyecto y demos formar en liderazgo creativo". De esa creatividad con suerte, surgirá el empleo "que no lo crean los políticos, sino los emprendedores", dice, y añade lo que para él es uno de los grandes males que sufre Europa: "No tenemos líderes europeos, tenemos políticos, a los que no les da la gana formarse como líderes".
Y en cuanto a la desobediencia académica que propone Gil Villa, el profesor Monedero sí se pronuncia porque "a la universidad le vendrían bien activarle las contradicciones", aunque, dice "quizá se notara más con huelgas a la japonesa. Si la desobediencia es un no hacer, es como dejar escaños vacíos en las Cortes por los votos en blanco: se confundirían con las abstenciones. En cualquier caso, cualquier iniciativa que motive salir del sopor, es buena".
Fuente: 20 minutos.