Cuando el maestro de ceremonias leyó el programa y anunció el punto de grado póstumo, todos se miraron sorprendidos sabiendo que los 40 bachilleres y sus familias no conocían ningún caso de algún condiscípulo fallecido y mereciera el título que con tanta esperanza se otorgaba este día.
El rector del colegio distrital Bravo Páez, Arnulfo León Rodríguez, quien abrió el acto de graduación de los nuevos bachilleres el 22 de noviembre, lo señaló en su intervención después de las felicitaciones de rigor a todos los asistentes: “También hoy entregaremos el título a Leonardo Gómez, quien fuera asesinado pocos días antes de culminar sus estudios en este colegio y a quien le hacemos justicia 29 años después”.
El colegio siempre otorga el título póstumo a aquellos estudiantes que en el curso del año once por cualquier circunstancia han fallecido, honor que siempre se le negó a Leonardo.
El salón del Instituto Distrital de Recreación y de Deportes ya había sito testigo de la entrega de los 40 diplomas en medio de los aplausos de los familiares. Al final, se llamó a Leonardo. Su hermana, Gloria, directora de la Asociación de Familiares Detenidos Desaparecidos Asfaddes, recibió conmovida el cartón de bachiller y se dirigió a todos.
“Leonardo, ausente siempre presente, presente en la memoria. Todos los miles y miles de desaparecidos de Colombia deben estar siempre presentes. Mi hermano también tenía sueños como todos ustedes y les fueron arrebatados por la violencia por soñar por un país mejor”, recordó.
Fue una intervención breve mientras sostenía el pergamino y una foto de Leonardo. “Soñaba con ser un gran pintor y su talento lo plasmó a sus 18 años en varios obras e incluso pintó algunos murales en el colegio, que lamentablemente fueron borrados”, dijo.
Gloria, entonces, denunció que a Leonardo lo desaparecieron el 14 de noviembre de 1983 y fue encontrado tres días después en la morgue con señales de tortura. “Fue un activista estudiantil que luchaba por la calidad de educación pública, para que este colegio fuera aun mejor, por eso lo asesinaron”.
Recordó que Leonardo encabezó en el Bravo Páez la protesta por la desaparición de dos de sus alumnos, Ramiro Osorio y Rodolfo Espitia, también militantes de la causa estudiantil, sin dejar de mencionar a otro egresado del mismo colegio, Pedro Pablo Silva, desaparecido en 1982 cuando era discípulo de la facultad de medicina de la Universidad Nacional. Todos estos crímenes siguen en la impunidad.
“Hoy hemos logrado este justo reconocimiento para Leonardo después de que se le negó durante 29 años por parte de unas directivas despiadadas que nunca honraron la justicia”, subrayó, añadiendo que “hoy ya no se trata de la voluntad sino que las leyes obligan al Estado a hacer justicia como lo exige en parte la ley 1448 de reparación a las víctimas”.
Gloria recordó cómo el Distrito tiene ahora su Centro de Memoria, Paz y Reconciliación que reconoce también la Casa Cultural Leonardo Gómez como un centro de actividades por la verdad histórica y en defensa de las víctimas de la violencia política.
El Centro de Memoria siempre acompañó a Gloria ante la Secretaría de Educación y ante el colegio mismo para que se reparara a Leonardo que es una reparación también a toda la sociedad.
No hay duda que este 22 de noviembre algo avanzó la justicia reparadora cuando después de casi tres décadas, el colegio distrital Bravo Páez otorgó su diploma a Leonardo, quien acompañó a todos en esta ceremonia contra el olvido. Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
Por: Roberto Romero Ospina
En: Rebelión