Foto: Jorge Serrato
Autor: Leonardo León
@ingcritica
Antes que cualquier otra cosa,quisiera aclarar que, a diferencia de otros artículos de mi autoría, el presente carece de objetividad y se hace bajo los efectos aun recientes de los sentimientos vividos en la marcha del día de la clase obrera en Bogotá por lo que no será a manera de editorial ni de crónica como acostumbro a hacerlo para Prensa Universidad.
Producto de la experiencia de marchar desde hace varios años, incluso con banderas diferentes y desde lugares distintos, narro a continuación algunos de los hechos vividos durante la movilización con mezcla de los sentimientos durante la misma y a lo largo del último periodo político de Colombia.
La marcha del 2013 en Bogotá fue tal vez más grande que la del año pasado, la cual fue realmente pequeña, aunque ambas fueron relativamente poco preparadas a diferencia de los años anteriores.
Coyuntura política:
En cuanto al contexto político, marcado fundamentalmente por el proceso de diálogo entre el gobierno nacional y las Farc-EP, la fragmentación de la izquierda y también de la derecha, la movilización mostró a un Polo Democrático en franca decadencia, como resultado de una cadena de errores desde la alcaldía de Samuel Moreno, la coptación del partido por parte del sectarismo implacable del MOIR (Ver: El Polo Democrático se da la estocada final para morir políticamente), hasta la negativa de esa organización a sumarse a la movilización por la paz con el falso argumento de que era para la reelección de Juan Manuel Santos, razón tan absurda que hasta personas que aún se reconocen como miembros del PDA salieron ese día con las banderas y con la fe en recuperar un aparato ya podrido en sus cimientos.
Este año la marcha del primero de mayo además no fue tomada de forma estratégica ya que se venía de dos hechos importantes para el sector popular en Colombia: el Congreso por la Paz, convocada por el Congreso de los Pueblos que reunió a cerca de 20.000 personas de todo el país y la conmemoración del 9 de abril en la que se marchó por la paz con justicia social, liderada fundamentalmente por la Marcha Patriótica y la Alcaldía de Bogotá, que lograron movilizar más de un millón de personas de casi todo el espectro ideológico en la capital del país.
La movilización:
Como es ya costumbre en los últimos años, ya no hay sólo una gran marcha por la carrera séptima sino que varias organizaciones culturales y sociales hacen recorridos distintos para llevar sus mensajes a una parte más grande de la población bogotana. Sin embargo el bloque principal sigue siendo la histórica avenida, ya peatonalizada en gran parte del centro de la ciudad.
Las banderas que durante algunos años fueron las más abundantes, las del Polo Democrático, que llamaban la "ola amarilla", esta vez no pasaron de unas cuantas decenas cargadas por un pequeño grupo que tuvo que dejar las banderas del MOIR en la casa para ver si logran tener unas no tan vergonzosas votaciones en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias con la certeza evidente de que no lograrán el 3% del umbral requerido si se aventuran a irse solos siguiendo con su lógica de ceguera política absoluta.
Por otra parte, las banderas que se ven cada vez en mayor número, son las de Marcha Patriótica a lo largo de todo el recorrido y mezcladas con las de varios sindicatos y organizaciones. Esta organización va tomando cada vez más fuerza, legitimidad e identidad a pesar de los muchos debates internos aun no dados ni una profunda construcción desde la base principalmente en los sectores urbanos.
El sindicalismo no tuvo un papel destacado. La CUT ni siquiera puso tarima en la Plaza de Bolívar, únicamente se vio una pequeña tribuna de una entidad del distrito que fue levantada antes de que llegara el grueso de la marcha y para evitar ser afectada por la represión que ya es costumbre. Sindicatos que usualmente habían tenido gran presencia, este año brillaron por su ausencia, caso concreto la Asociación Distrital de Educadores que no marchó como bloque.
La represión:
Como es normal desde hace varios años, el común denominador de la jornada fue la brutalidad policial aunque esta vez no se reportaron heridos de gravedad ni montajes judiciales. La estrategia del terrorismo de estado no cambió sustancialmente aunque la táctica usada este año cambió un poco. El ESMAD estrenó pistolas de paintball para divertirse disparándole a cualquier cosa mientras que el año pasado su arma favorita fue la granada de dispersión que dejó a decenas de heridos por las esquirlas que ese artefacto desprende.
Foto: Jorge Serrato
El juego consiste en que hay dos bandos pero del mismo equipo. De un lado hay miles de uniformados y del otro algunos agentes infiltrados disfrazados con capuchas que son los encargados de empezar la partida mientras que en la mitad están los manifestantes que sufren las consecuencias. El objetivo principal es, como siempre, dañar la marcha por encargo del gobierno nacional para, de esta forma, evitar que el descontento popular se exprese masivamente y nunca llegue a darse un momento insurreccional. Los objetivos específicos son criminalizar, estigmatizar, reprimir, acallar al pueblo y divertir al ejército de seres irracionales que visten uniformes de la policía.
El libreto es más o menos el siguiente: desde el inicio de la marcha, los uniformados se hacen a los lados de los grupos de anarquistas mientras que en interior de estos se ubican uno o dos agentes encargados de hacer detonar algún explosivo, eso sí sin llegar a herir a ninguno de sus compañeros. Acto seguido el ejército mercenario entrenado para matar, el ESMAD, arremete contra los que van adelante sin importar si hay niños o ancianos y si hay mejor, para que el miedo no los deje volver. Luego los agentes se van infiltrando a lo largo de la marcha, toman a los marchantes como escudo y suenan de nuevo las explosiones (a veces ni esa excusa necesitan) y la lluvia de gases se mezcla con la de agua. Ahí es cuando los jóvenes inconformes satisfacen sus deseos de enfrentar al régimen con no más armas que bolas de pintura y una que otra piedra que encuentran por el camino.
Una vez dispersada la marcha, viene el desfile de motos persiguiendo adolescentes y el que se deje atrapar es subido a un camión para luego ser mostrados como trofeos de guerra en la lucha de la policía contra el "vandalismo". Después viene el trabajo de las organizaciones de derechos humanos para tratar de liberar a los capturados.
Esta vez pude apreciar cómo una policía infiltrada gritaba y provocaba a los jóvenes que habían llegado a la Plaza de Bolívar para justificar el desalojo, lo cual finalmente logró.
Video: Arturo Arroyave
Sin condenar el uso de la violencia de manera dogmática, puesto que no hay nada más servil al sistema que el pacifismo a ultranza, puedo decir que los jóvenes que le siguen el juego a la policía deberían hacer una lectura del momento en que la ejercen ya que sólo logran hacer que la gente le tenga miedo a ir a marchar poniendo en riesgo la vida de la gente ya que las fuerzas armadas colombianas, entrenadas en la criminal Escuela de las Américas, ven a la población como el enemigo sin medir las consecuencias.
Si de enfrentar al terrorismo de estado se trata, hay otras maneras menos violentas u otros momentos para hacerlo así como fue en la venida de George Bush cuando se dio un enfrentamiento civil directo contra la fuerza pública en plena carrera 7 con calle 26 sin usar personas ajenas a la manifestación como escudo.
Ojalá el próximo primero de mayo se retome la naturaleza de la fecha y se conmemore el día de la lucha de la clase obrera y no nuevamente el día en que el terrorismo de estado se divierte agrediendo a los trabajadores.
Prensa Universidad
Desde las aulas, hacia Colombia
Desde las aulas, hacia Colombia