Parafraseando a un famoso dramaturgo:
“Si la gente solo quiere ver lo que puede entender, no debería ir al teatro, a la universidad, al arte, a la vida. Debería ir al baño”
Hay un sitio amplio e iluminado, todo es luz y música, no hay pintas, murales, no hay arengas, limosneros o ventas ambulantes; un lugar que parece de fábula, cada cosa está en su puesto, cada uno en su mundo particular; todo es tan confortable y limpio que podríamos estar allí todo el día, las personas van allí con sus mejores trajes y mantienen una actitud de placidez ejemplar en semejante templo del bienestar. La limpieza y el orden la mantiene un ejército de seres invisibles que usan uniformes ridículos para diferenciarse de la gente que disfruta del espacio público, los espacios comunes pueden compartirse sin la interferencia de ningún objeto, animal o persona extraña a ese ambiente. Cualquier comportamiento por fuera de lo establecido o esperado, que genere incomodidad o disgusto para los intercambios o la “sana diversión” que allí se ofrece, es inmediatamente neutralizado por los agentes encargados de la seguridad que tienen fuertes esquemas y protocolos para garantizar la tranquilidad de los que habitan temporalmente allí. Adicionalmente son pocos los resquicios que permiten a la multitud observar el horrible entorno, desaseado, lleno de gente indeseable que está por fuera de aquel lugar de maravilla y que conforma el mundo de los que no están, porque son tontos y no quieren, porque son feos y se avergüenzan, porque son pobres y no tienen. Allí solo caben seres especiales que saben comportarse y tienen lo necesario para cumplir el rol que deben desempeñar y que no están dispuestos a preguntas empalagosas como; ¿quién y cómo define las políticas de seguridad de este espacio?, ¿quién define quien puede o no permanecer, que actividades se pueden desarrollar y en que horarios?, quien gobierna y como se maneja este espacio que – si nos atenemos a una definición simplista- es público, porque allí todos tienen acceso. Algunos malpensados ya se figuran en su cabeza la universidad del futuro, pero no. Estamos hablando del centro comercial.
El debate acerca de las pintas en las paredes de la universidad, en un aspecto, nos cuestiona y plantea la necesidad de ser más creativos, pulir la forma, ser más claros en la idea y eso siempre es bueno. En otro aspecto, nos remite a dos temas que de manera casi circular han venido planteando ciertos sectores: la libertad de expresión y el concepto de lo público. Dos temas frente a los que expondremos algunos puntos de vista que indudablemente se quedan cortos ante la complejidad de las contradicciones universitarias y nacionales. Cada uno de estos temas puede abordarse desde perspectivas políticas distintas. Lo público puede asumirse desde dos acepciones: los espacios comunes donde todos nos encontramos esos espacios son cualquier lugar fuera de la casa o del ámbito íntimo de cada cual. Es posible que de ese modo la discusión asuma dimensiones estéticas, de gustos o disgustos, de “higiene” vs “suciedad” donde lo público va hasta la pared, hasta la apariencia y la forma. Es esta una definición que creemos muy restringida porque hasta para el más espiritual de los humanos, toda acción tiene un significado en relación a los contextos sociales y las relaciones de poder en que vivimos.
De este modo nos aproximamos a una segunda definición de lo público que, queremos precisar, debe referirse primero y ante todo al acceso a la configuración del discurso público, es decir, la participación en la definición de tal discurso es la participación en la cosa pública, en las orientaciones políticas y sociales que configuran las relaciones de poder en las sociedades. La participación en lo público es, en última instancia, la participación en el poder político, lo público entonces va más allá de la pared y necesariamente incluye la posibilidad de abrir el espacio político para los comportamientos disidentes. Negar esto es pretender que sean sólo las autoridades o las élites en el poder quienes definen lo que se puede debatir y lo que son asuntos exclusivos de quienes toman las decisiones políticas. Lo público es un campo de encuentro y también un campo de disputa, lo público se adentra en la cuestión política del manejo y control de los recursos, de la participación en las definiciones del poder público.
El acceso a lo público, lo es la configuración del discurso que se ocupa de los asuntos que en teoría nos competen, comprometen y afectan a todos. Hoy en Colombia ese acceso es restringido, lo tienen los detentadores del poder en la sociedad y logran, entre otras cosas, mantener esas mismas relaciones de poder autoritarias y anti-democráticas haciendo que amplios sectores se identifiquen con su discurso y lo reproduzcan y crean, por ejemplo, que si opinan las directivas universitarias y las autoridades nacionales, sus opiniones son técnicas y no tienen nada que ver con su orientación política, pero si opinan los estudiantes, los profesores y los trabajadores, en contrario a las autoridades, su opinión es entonces una expresión ideológica, cuando no de odio y frustración.
Esto refuerza las relaciones de poder existentes y constituye la hegemonía del discurso en la que surge el otro demonizado, el fanático, el enfermo social. La patologización del pensamiento y el comportamiento disidente en la sociedad, es la que da lugar al tratamiento de indeseables, sujetos problema y por tanto prescindibles, la no gente, suprimibles, o erradicables que no escuchan ni tienen argumentos. Por ese camino se consolida el pensamiento único cuasi religioso donde lo que no es oficial es herejía política.
Llegamos entonces a la relación existente entre lo público y la libertad de expresión. Esta última como derecho social construido histórica y colectivamente, como conquista sobre la opinión irrefutable otorgada por la divinidad a reyes, chamanes, sacerdotes o escrituras sagradas, como la posibilidad original de pensar y expresar posturas que cuestionan el poder incluso para derrocarlo o para reinventar nuevas formas de ejercerlo. Por ese camino la libertad de expresión surge como una posibilidad concreta de buscar la participación en el poder político, es decir, de acceder a lo público.
Una visión estrecha y pueril de la libertad de expresión conduce a pensar que el libre desarrollo de la personalidad manifiesto como: “Haz lo que quieras pero jamás violes la ley, opina sin molestar a nadie, sin hacer preguntas acerca del tiempo y del mundo en el que vivimos”. ¿Pero si es la ley lo que cuestiono?, ¿si es la ley que considero injusta la que precisamente quiero transformar?
La imposibilidad de las expresiones alternativas al poder, como quiera que ellas vengan, es sembrar la imposibilidad de la incidencia en ese poder político. Si la libertad de expresión se reduce a una como la libertad de los dementes, que pueden hacer lo que quieran porque hagan lo que hagan a nadie le importa. Tienen todas las libertades salvo la que importa, la libertad de actuar en la sociedad, de participar en el poder político y en la cosa pública.
Ejemplo de la casa: nosotros impulsamos la constituyente universitaria, en función de construir una comunidad de sentido donde todos quepamos, que entienda su pertenencia a la UN como capacidad de definición en el rumbo de la universidad, como capacidad de incidencia en las decisiones que orientan el futuro y la relación de la universidad con el país, como una expresión de democracia universitaria, como una expresión de acceso a la cosa pública, a la definición del discurso público. Si nuestras propuestas y denuncias simplemente son silenciadas, estigmatizadas, definidas como obra de malvados, de oscuros intereses, culpables de toda nuestra desgracia. Entonces nuestra posibilidad de participar en el poder político y en las definiciones políticas se esconde, se oculta, se niega sin el acceso a los medios y a la posibilidad del discurso público. Un artículo nuestro acerca del control territorial sobre la universidad por parte de jíbaros y paramilitares en asocio con la policía, para favorecer los negocios de Sarmiento Angulo con el rector y el vicerrector de la sede, que implican la entrega de terrenos de la UN; dejar caer deliberadamente la universidad para adecuar este, nuestro espacio, al gran centro industrial y empresarial Luis Carlos Sarmiento Angulo.
El debate en torno a la libertad de expresión recoge las discusiones de los modelos éticos, estéticos, políticos que cada cual propone, por esa razón es muy difícil que alguien defina entre nosotros qué es bueno, qué es malo, qué es bonito y qué es feo. Ya se ha visto mucho en la historia qué significan esas definiciones del mundo: los árabes, los negros, los judíos, los indios, los homosexuales, los latinos han sido muchas veces culpables de ser feos, indeseables, de generar la situación de crisis, de dañarlo todo, de incomodar nuestra existencia, en suma, fascismo. El chivo expiatorio sirve para transferir la responsabilidad de quien toma las decisiones hacia los mismos afectados por esas decisiones.
En la concepción higienista de la universidad en la que todo (menos lo importante) está en su sitio, lo feo no se acepta, lo que incomoda al mostrar lo problemático dentro o fuera de la malla debe ser erradicado. Después de todo, al centro comercial se viene a relajarse y a no pensar en los problemas del mundo y todo lo que nos evoque esos problemas y dañe nuestra sensación de confort es malo.
La ilusión de una sociedad o una universidad sin conflictos, diluidos sus intereses en un consenso absoluto y una convivencia cálida, silenciosa y exenta de contradicciones, es sólo eso, una ilusión. La sociedad y la universidad como universalidad se desarrollan en medio del conflicto y la hostilidad de intereses, posturas políticas y concepciones del mundo diversas. Y es ese debate el que debe expresarse más allá de la pared, creemos que debe manifestarse en la definición del rumbo universitario, en participar en las definiciones políticas y no en acuerdos sobre si muros o carteleras, pintas o murales, de blanco o de colores. ¡Eso que blanco ni que colores! No es aceptable una situación en la que nosotros como comunidad, podemos opinar sobre tonterías porque supuestamente tenemos menor capacidad, mientras ellos que en teoría son los miembros inteligentes de la comunidad, toman las decisiones importantes, les hacen propaganda, las impone y a eso le llaman consenso.
La universidad diversa es la universidad que define para sí misma su rumbo histórico, que define su papel y su aporte en la construcción de una nación sin guerra, sin exclusión, sin autoritarismo, para que esto deje de ser un país y una universidad donde aceptamos todo lo que nos imponen, porque nos han enseñado los últimos años que democracia es votar a ciegas y legitimar así un conjunto de procedimientos para penalizar y para excluir.
Entendemos que aquí se vinculan muchas discusiones que superan este espacio, y que tocan con la validez de la política desde la acción directa. Hay mucha tela por cortar entorno a esto pero nos saldríamos del ámbito de la discusión. Queremos cerrar con una bella cita que del Quijote, Estanislao Zuleta recoge en su texto “Sobre la lectura”:
“Don Quijote cree en los libros de caballería, es una locura ¿por qué una locura? Porque no son una ideología dominante y por eso los pone Cervantes; en cambio si fueran una ideología dominante no serían una locura. Por ejemplo, el cura le dice a Don Quijote:"Y vos alma de cántaro. Don Quijote o Don Tonto, o como os llaméis, quién ha venido a contaros que hay gigantes, malandrines y encantadores, ni los hubo nunca en el mundo y por qué no vais a preocuparte por tu mujer y tus hijos en vez de ir disparatando por el mundo?". Y Don Quijote le dice: "¡Ah! pero la biblia que no puede faltar en nada a la verdad, nos enseña que los hubo, contándonos la historia de aquel gigantazo de Goliat". En otras palabras don Quijote le dice al cura que el problema consiste en que mientras él —Don Quijote— cree en los libros de caballería, el cura cree en la Biblia. El cura cree que lo de Don Quijote es loco porque lo siguen pocos y lo suyo es cuerdo porque lo siguen muchos.”
Creemos que allí está el fondo del debate. Debatimos desde posturas políticas diferentes y desde identificaciones sociales distintas. Por los pronto a quienes piensan que estamos locos les decimos que sí, que revindicamos la locura como la posibilidad de inventar mundos posibles, nuestro comportamiento es desadaptado por que cuestiona la ideología dominante. Hay que estar loco para meterse a esto e ir en contra de un estado de cosas delirante, eso nos hace revolucionarios, eso nos hace encontrarnos con el pobre, con el excluido, con el marginal, eso nos identifica con la locura, con la vida que se desborda delos cauces establecidos, con la dignidad de los que luchan aun sabiendo van a perder. Por eso estamos orgullosos de ser negras, pobres, homosexuales, indios, campesinas, de ser la raza cósmica latinoamericana; por eso nos identificamos con esas clases que son el lado invisible de la sociedad y nos comprometemos en sus luchas, no tenemos miedo de enfrentarnos al abismo aterrados de lo desconocido, porque la lucha revolucionaria es la de la incertidumbre y lo que pase con la suerte de los más débiles nos afecta el ser y la vida. No queremos ser europeos, no queremos ser gringos, no vamos a repartir el veneno de la resignación que amansa la rebeldía. No somos serviles y tampoco cargamos odio o frustración en nuestros corazones, es decir, no luchamos para ser libres. Es al contrario: porque somos libres luchamos…
Corriente de Acción y Resistencia Popular –CARPO-
Frente Estudiantil Revolucionario – Sinpermiso- FER. Sinpermiso-
M-19
ESTUDIANTES UN